28.7.09

diario sin fechas de iz, xxi

hoy la ciudad me abruma, los ruidos me abruman, el clima me abruma. quisiera decir que quiero un par de alas, pero, francamente, me parece una idea ridícula.

27.7.09

sin capear, por favor

A menudo surge, en las pláticas con amigos, el tema de la clasificación de las personas. Ayer, por ejemplo, estábamos en una cantina viendo el partido de México y F se aventuró a afirmar: "para mí, hay dos tipos de persona: los que prefieren el chile relleno capeado y los que lo disfrutan más sin capear". Éramos seis, la mesa se dividió en partes iguales.
El mismo cuestionamiento ha surgido con el tema de los aderezos (mayonesa, mostaza, catsup, etc). En mi casa, por ejemplo, éstos se guardaban en el refri. Pero he conocido casas en las que -¡oh, dios!- las dejan en alacena. ¡Guácala! O, ¿qué me dicen de la pizza? ¿No les ha tocado ver que hay quien la parte con tenedor y cuchillo? Todo un fenómeno.
Otra clasificación posible -y prometo detenerme aquí- tiene que ver con el "respeto" a los libros. Entrecomillo la palabra porque he escuchado el argumento de que uno no debe escribir sobre las hojas de sus libros ni subrayarlos, ya que esto es faltarles al respeto. En mi caso ocurre lo contrario: los libros deben vivirse, apachurrarse, violarse, cuestionarse. No hacerlo es faltarles al respeto.

Meet gabo

Gabo es la más auténtica de las ranas que conozco. Sin esforzarme mucho puedo viajar varios años atrás en el tiempo y vernos sentadas en el patio de su casa jugando con los ositos de plástico que nuestras mamás nos compraban en el mercado sobre ruedas de los jueves. Además de ositos había casas, árboles y resbaladillas, todo en el tamaño de un hueso de durazo.
Cuando me cambié de escuela en quinto de primaria, adoptamos la costumbre de mandarnos cosas por correo. Así, durante muchos mesos, nos contábamos la vida, mandábamos dibujos o breves cuentos. Hasta la fecha, cada vez que hago limpieza de cajas de recuerdos, no me atrevo a tirar aquellas cartas.
Me encanta su energía, el contraste de sus colores, su visión refescante y presencia duradera. Es mi amiga más antigua, testigo constante de mis pasos. Y hay que decirlo: yo también observé, observo y observaré los suyos.

22.7.09

dice el astrólogo

que no busque controlar todo, que intente relajarme, que los planes hacen reír a dios (o a eso que él llama dios). toma una pluma bic azul y dibuja en un papel un esquema con el que intenta explicar mi dilema: ethos o polis, entrañas o razonamiento lógico, aguas estancadas o la ligereza de un río en donde nadan peces de colores.

y yo que no sé partirme, que me pierdo con un mapa entre las manos, que tengo el corazón pequeñito como un piñón. qué hago, señor astrólogo, para deshacerme de esta ansiedad que me crece como gusanos en la garganta? cómo me sacudo el desencanto, qué jabón me recomienda usted para que no se me noten estas manchas grises en el pecho? qué perfume para ocultar este olor a casa cerrada, puños cerrados?

14.7.09

oryctolagus cuniculus

rabbits live in groups called warrens in underground burrows.
rabbits are incapable of vomiting due to the physiology of their digestive system.
rabbits are very timid and scared.
a pet rabbit's diet consists of timothy hay, pellets, and a small portion of fresh vegetables.
in japanese tradition, rabbits live on the moon where they make mochi.

shhh


9.7.09

a veces sueño despierta

Supongo que al confesarlo así, con esas palabras, corro el riesgo de ser encasillada en un tipo de persona que no creo ser (o que quizá he sido pero no soy más): idealista, vestida de rosa, segura que puedo cambiar situaciones con mi pura voluntad laberíntica.

Este encasillamiento se desvanece si les cuento cuáles son las imágenes, las ideas que me vienen a la mente en dichos "sueños". Cuando mi madre estaba en el peor momento de su enfermedad, por ejemplo, soñaba con su muerte. La imaginaba, en el sentido literal de la palabra. Construía imágenes que representaran lo que ocurriría en ese momento. Dibujaba mentalmente su cara vacía, sin expresión, su cuerpo ajeno y desconocido. Me pensaba despertando sin ella, con el resto de una vida por delante que no me interesaba si sus ojos no estaban para verla y aprobarla. Intentaba adivinar qué sentiría, de qué manera se moverían mis brazos, cuántos centímetros, metros, kilómetros de distancia cabrían entre mi honda tristeza y los torpes cariños a los que tendría que enfrentarme durante esos días (muchos de los cuales duraron sólo los treinta segundos del pésame dado).

Cuando era niña/puberta pensaba insistentemente en un árbol grande, frondoso, cayendo. Es fácil asociarlo con la caída de ciertas certezas de la infancia, con el derrumbe de las ideas que le daban forma y sentido a mi estúpida inocencia: el descompuesto amor de mi padres, la ausencia sabor a ate de mi abuelo, un cuerpo que me traicionaba con sus cambios poco armónicos, absurdos. También pensaba en comida podrida, manzanas o pedazos de queso cubiertos de hongos, malolientes recuerdos del tiempo que transcurre sin remedio. No podía dormir porque tenía atornillada la idea de que un par de maleantes entrarían por la ventana y nos matarían a mis hermanos, a mi madre y a mí. Yo sabía dónde había una pistola, pero no podía hacer nada para evitar la masacre. Interpretaciones: la ausencia del padre, la maldita sensación de vulnerabilidad que siempre me ha acompañado, la culpa.

Últimamente me viene a la mente, al menos una vez al día, mi propia caída. Me veo cayendo en un cubo de escaleras, rodeada de paredes de piedra antiguas. Imagino el momento, mi cara lastimada, algún hilo de sangre bajando por el escalón. Una pierna, alguno de mis brazos rotos, mi labio inferior estallando en tonos imposibles de morado. En mi "sueño" me tardo un segundo en reaccionar tras la caída.
Qué pendeja, pienso, sabía que esto me iba a pasar y no pude evitarlo. Por ahora no quiero empezar a pensar qué significa.

7.7.09

facebook conjuga los verbos de manera muy elegante

poemas arábigoandaluses: la berenjena

es un fruto de forma esférica, de agradable gusto, alimentado por agua abundante en todos los jardines. ceñido por el caparazón de su pecíolo, parece un rojo corazón de cordero entre las garras de un buitre.

{ben sara, de santarén}

comensales

gepda

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