30.6.08

¡El único, el original, el auténtico helado natural! ¡Llévelo a 15 pesitos!

Ayer fue un buen día. Temprano nos fuimos al centro a ver la exposición que acaban de poner en San Ildefonso. Cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que las calles aledañas al zócalo estaban cerradas (López Obrador al micrófono, y toda la cosa). ¡¿Calles cerradas?! ¡¿Relajo de AMLO?! Hasta ese momento, todo era demasiado sospechoso e inusual.
Después de que un sujeto de dudosa vestimenta nos ofreciera un memorama alusivo a la defensa de nuestro preciado petróleo, empezamos a percatarnos de que varios ciudadanos cargaban consigo, además de su banderita amarilla, un rico cono de helado. No era cualquier cono. Todos traían el mismo, larguito y con cubierta de chocolate y chispas de chocolate. Mucha era nuestra intriga cuando, finalmente, descubrimos el local de donde provenía tal delicia chilanga. Helo aquí:

¿Ven los conos a la izquierda? Son un poco como waffles

Pero eso no fue todo. No sólo encontramos la fuente de tan socorrido postre, además descubrimos un platillo gourmet de la cocina centrohistoricistamexicanacontemporánea. Se trata de un helado... pero no de uno normal... ¡es el helado natural! Así, natural. Simple, como debe permanecer el helado.

Tras terminarnos el exótico manjar, nos dirigimos a San Ildefonso. Antes de seguir con este emocionante relato, oh estimados lectores, deben saber que no soy una gran fan del arte moderno. Más de una vez he estado frente a una obra de ese tipo, imaginémonos una esquina llena de basura y birutas de metal en un cuarto minimalista newyorkino, o una cama destendida con un pedazo de piel de leopardo entre las sábanas, y me he quedado sin entender el mensaje artístico. Pero esta vez debo decir: la exposición de Vik Muniz que vi ayer es maravillosa. Simplemente, no se la pueden perder. Muniz es un artista brasileño que trabaja con materiales de todo tipo: comida, diamantes, juguetes, hilo, plastilina, alambre, polvo, ceniza, recortes de revistas. En serio es algo que hay que ver.

Este niño vestido de militar está formado por juguetitos de plástico
(soldaditos, infantería, rueditas...)

Y ya para terminar el día, decidimos conocer el Museo del Estanquillo. Entramos solamente a la sala donde está la exposición de Rius, el gran caricaturista. Luego subimos a la terraza, cuya vista amerita las mucha escaleras que hay que subir.

shhh

Un secreto, para empezar la semana...

27.6.08

extraño

el ITAM. quiero ir por un café vienés a la finca, a comer al fresco pasta y por una paleta a la michoacana, estudiar para algún examen, platicar con los de la facultad. estoy enloqueciendo.

PM4

SOBRE LA ESCRITURA
Lo que todavía no sabía, y que aprendió en el camino, es que escribir genera culpas. Quien escribe es un transgresor: recrea la realidad sin más límite que su capacidad imaginativa; y eso lo vuelve culpable. Culpable de una inconformidad confesa, pero también de cierta sensación de omnipotencia que lo hace pensar que puede crear realidades, que es un creador. Esa sensación lo aisla. Quien escribe está sólo, quizá como todos, pero él lo sabe. Intenta sustituir presencias vivas y cotidianas con la compañía de seres ficticios. Algo imposible y doloroso, engañoso. Escribir es como resignarse a la soledad. Y no hay salida porque quien escribe lo hace porque sí, porque tiene ganas, porque no sabe hacer otra cosa, porque o lo hace, o estalla. No requiere del permiso de nadie; ni nadie está para justificarlo o reprobarlo. El talento es algo que corresponde a otros decidir si lo hay; quien escribe no piensa en eso. Una necesidad interna hace palidecer, con su fuerza, a toda consideración ajena. El llamado de la palabra escrita es más poderoso que todo. Quien lo escucha, lo sigue a cualquier precio.
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Nota del compliador:
Escribir es defender la soledad en que se está, decía María Zambrano.

24.6.08

a violeta le sobran

esos dos kilos que yo necesito para enamorarme de su cuerpo. a mí, en cambio, me sobran siempre esas dos palabras que ella necesita dejar de oír para empezar a quererme.

{andrés neuman}

será que toda historia de amor es la misma, repetida?

23.6.08

Remember

PM3

SOBRE LOS DESAYUNOS FAMILIARES DEL DOMINGO
El domingo era cosa de desayunar con la familia. Desde hacía años tenían por costumbre almorzar en un restaurante de Polanco. "A mi papá les gustaba salir el domingo por la mañana, al mismo lugar siempre, donde la misma mesera le servía sus huevitos rancheros, pan tostado sin mantequilla, un gran jugo de naranja y café. Lo que no entiendo es por qué, al morir él, mi mamá y mis hermanos insistían en ir a Shirley´s; si ya podían escoger un restaurante sin recuerdos." Pero no, la familia iba allí cada domingo a las 10 de la mañana. Patricia lo sabía y, si tenía ganas, los encontraba. Generalmente ordenaba sus horas para pasar un rato con ellos. No siempre era fácil, por la distancia y los pendientes de la semana, pero cuando lo lograba, cuando ya estaba físicamente con ellos, entonces se quedaba sin palabras y no tenía qué decir. La irritaban, les era imposible hablar de asuntos importantes...
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Nota del compilador:
Yo recuerdo bien ese lugar. Me gustaba ir, daban crayolas de colores y los manteles tenían laberintos y juegos de "encuentra las 10 diferencias" y cosas por el estilo. Siempre pedía hot cakes y les ponía mucha miel de maple. Lo único que no disfrutaba era la decoración del lugar: animales disecados. A la entrada había un gran oso y cabezas de venado decoraban el salón principal.

22.6.08

real del monte

en real del monte, uno luego luego encuentra al amor de su vida
los realmontenses tienen hábitos alimenticios muy saludables

en real del monte uno sí encuenta esos poohs difrazados de grillos que siempre ha buscado

sí tú eres un héroe de nacozari, aquí no serás discriminado

por si lo andabas buscando, atiende su changarro 24/7

en real del monte no venden medicinas inmorales

17.6.08

Big brother Google

Mi calle, mi casa. Casi mi cuarto.

Hablemos del camarón

Hoy me surgió una duda filosófica que, hasta ahora, nadie ha podido responderme (bueno, de hecho alguien respondió pero no le creí...): ¿cómo viven los camarones? Es decir, durante su existencia en el océano. ¿Nadan? ¿Flotan? ¿Cómo se mueven? ¿O solo están tirados en el fondo?

PM2

SOBRE LA MUERTE DE SU PADRE, MI ABUELO
Un amigo me dijo: "ahora es terrible, pero después de peor; de la muerte del padre nadie se recupera". Y sí, también Freud lo dejó escrito. La muerte del padre marca un parteaguas en la vida de todo hombre, nadie es el mismo luego de sufrirla. Cuando el padre muere, el hijo crece; ya no es hijo, ocupa otro lugar. ¿Y la hija? Mi primera sensación, que persiste, es la de desamparo. Ya no está allí, siempre allí, su voz con el consejo certero y desinteresado; sE acabó -ya es polvo en el polvo- su mano firme y presta a sostenerme en todo momento; ya no hay protección que valga, ni seguridad de que nada puede ocurrirme. Falta él en la casa familiar; su figura cálida y su presencia silente pero incuestionable se volvieron tierra y memoria. Pero la memoria no basta, aunque digan que nadie muere del todo mientras existan otros que lo recuerden. Lo cuerto es que papá no está, que el "nosotros" familiar quedó incompleto; que en su oficina está otro hombre; que en casa su mecedora está vacía. Lo cierto es que a mi pluma se le acabó la tinta.

15.6.08

PM1

Ella escribía. Se sentaba largas tardes, cigarro -hasta que decidió dejarlo- y taza de café en mano, a materializar sus memorias. Eso la liberaba. Como buena hija, yo adquirí ese hábito y desde muy chica comprendí que las palabras tienen un peso muchísimo mayor del que generalmente se les otorga. Las palabras cortan y cicatrizan. Abren y cierran. Dañan y reconfortan.
A lo largo de su vida, algunas puertas fueron abiertas a sus escritos, otras permanecieron cerradas. Como a todo aquel que escribe, le gustaba ser leída, pero los que la conocimos sabemos que, en su caso, la escritura era una actividad de sanación y que aquello que buscaba con sus letras era absolutamente íntimo e insondable.
Esta noche es un buen momento para empezar a mostrarles, a aquellos que se interesen en ello, algunas páginas que fueron escritas hace más de 15 años por las suaves manos de la mujer que me enseñó a serlo.

SOBRE SU PADRE, MI ABUELO
Mientras mamá hablaba, yo pensaba en el papá vivo de mi infancia, ese de las manos grandes y ciertas; y ese también del largo silencio que me hacía temblar de miedo. Me era difícil creer que ya no existía. Que se había ido el padre cariñoso que nos llevaba al bosque de Chapultepec cada domingo: el coche lleno de niños propios y ajenos, canastas de comida y nuestro perro. Ese que me regaló una bicicleta cuando cumplí ocho años y fui la mejor estudiante de mi grupo. El que me hacía enojar de niña cuando, al caminar delante de él por la calle: "traes dos hilos colgando de tu vestido... ¡Ah, no! ¡Pero si son tus piernas!".
Papá, quien compraba cajones repletos de mangos, y nos sentaba a todos los niños en un banquito, un gran trapo al cuello y recogidas las mangas de camisa, para disfrutar de su manjar preferido. Papá y sus perros; siempre le gustó tener enormes perros a su lado para que le cuidaran las espaldas. Era increíble cómo los entendía y le entendían; lo que lograba enseñarles: a masticar chicle, reirse, jugar futbol. Papá y los pájaros; cuando por las mañanas. Mientras le preparaban su desayuno, salía a la terraza con migajas de pan y alpiste en las manos, y los llamaba con un silbido -siempre el mismo- para que bajaran a comer. Enseguida decenas de pájaros bajaban de los árboles a posarse sobre sus hombros, a comer de sus manos, sin el menor temor. Sin duda lo conocían, porque agradecían alimento y agua con lindos cantos matutinos.
Luego, ya en la universidad, papá orgulloso de mí y mis adelantos, pero en secreto. A mí no me lo decía; pensaba que mis profesores de la UNAM eran todos comunistas, y no le gustaban mis amigos de cabello largo, barba y huaraches. Era el año de 1968, y, ante mis conversaciones a la mesa sobre temas políticos recién descubiertos, ante mis ganas de entender el mundo, él callaba o hablaba de otra cosa. Pero siempre respetó mis ideas; supongo que papá joven habría tenido el mismo entusiasmo que se apoderó de mí en esa época, esas mismas ansias por cambiar lo inaceptable. Supongo que al escucharme guardaba en secreto la esperanza de que la vida fuera más amable conmigo de lo que fue con él. Discutíamos, sí, pero por el tono de voz que usaba conmigo yo sabía que me amaba y respetaba, que le gustaba cómo era...

12.6.08

Mi vida sin ellos o sobre mis verdaderos archienemigos

Lo que más odio es que se me metan en los tenis. Tampoco me gusta el look que otorgan a quienes los usan. Me choca cuando se empiezan a poner viejos, con bolitas o amarillos. Por si esto fuera poco, apenas decido usarlos surge el conocido dilema del color: ¿blancos o beige? ¿Negros o azul marino?
Entiendo que hay ocasiones en que son un mal necesario. Para jugar tenis, por ejemplo. O cuando, estando de viaje, camino durante horas. A lo largo de mi vida sin ellos, muchos han criticado duramente su ausencia. Que si te sudan los pies, que si wácala, que la manga del muerto. Me da igual, porque estoy convencida que hay zapatos que no pueden portarse dignamente con calcetines.

Miren las fotos de este perro tan simpático que me mandó mi prima...

Y tú, ¿de qué te quejas?

9.6.08

En mi buró...

Anoche terminé Mañana en la batalla piensa en mí. Es un libro sobre el engaño en el sentido más amplio del término. Y es que "vivir en el engaño es fácil, y aún más, es nuestra condición natural, y por eso no debería dolernos tanto". Marías nos recuerda, en sus propias palabras, que todos vivimos parcialmente engañados o bien engañando, contando sólo parte, ocultando otra parte y nunca las mismas partes a las diferentes personas que nos rodean.
Aunque tiene varias páginas medio flojas como a la mitad, de esas en que el libro se queda abandonado por días y hay que empeñarse para volver a tomarlo, creo que puedo recomendarlo ampliamente. ¿Alguien ha leído los otros de Javier Marías? Si sí, me serviría su opinión al respecto. Por lo pronto Chiquita, un regalo de cumpleaños de mi buen amigo José Eduardo, estará entre mis manos esta noche.

8.6.08

Diario con fechas de Isabel Zapata IV

En un acto mitad sabio y mitad cruel, de esos que se le daban, a los 9 meses mi madre decidió prepararme un pequeño lunch, empacar mis pañales y mi peluche favorito y llevarme a la guardería. Era enero de 1985. Luego el kinder, la primaria, la secundaria, prepa, universidad. Han sido 8,212 días en algún tipo de escuela, muchos de ellos con despertadas temprano y tareas.
Durante toda la infancia y buena parte de la juventud, el ritmo escolar marcó el ritmo de mi vida: los periodos de exámenes y vaciones, las fiestas, los nervios de los primeros amores platónicos, los amigos. Fueron años en que mi responsabilidad real se resumía a "portarme bien", estudiar y sacar buenas calificaciones. Y durante dos décadas esa fue la única constante en mi vida.
Aunque es lo que quiero, no sé si en algún momento pueda hacer una maestría o un doctorado. Así que por lo pronto, y hasta nuevo aviso, mi vida escolar ha terminado. No más planas de letra manuscrita, "declarar la guerra en contra de mi peor enemigo", maquetas del sistema solar, monografías de la revolución mexicana, spelling bees, etimologías, láminas de anatomía, tardes peléandome con las derivadas e integrales ni trabajos sobre las ventajas y desventajas del sistema presidencial. Se acabó. Queda mi tesis, para la que -afortunada o desafortunadamente- no hay plazos fijos de entrega. Queda mi chamba, largas caminatas con mis perras, la agridulce poesía, mis amigos, el reciente gusto por el tenis, la lectura plena, libre y despreocupada de quien lee por el simple gusto de hacerlo. Quedan las salas de cine, el té de menta a media tarde, la complicidad eterna de mis hermanos, el recuerdo constante de mi madre. Quedan incontables horas frente a una taza de café y una cara conocida. Quedan los domingos desocupados, de cama destendida y pijama de rayas. Quedan una cantidad de recuerdos y enseñanzas que no es posible ubicar en ningún lado, porque no sólo son parte de mi vida. Son mi vida.
No es mi intención sonar dramática, yo misma no creí que el salir de la universidad me dejara sintiendo así: feliz, pero absolutamente desubicada. Y eso que falta la tesis, que hay que llegar a las 10 de la mañana al trabajo, que tengo planes (aunque no se me olvida:
si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes). Empieza otra etapa de la vida, en la que habrá cambios que modificarán mi lugar en el mundo. Vendrán -espero- espacios propios, más trabajo, más libros, más responsabilidades. Otros ritmos. Toca aprender a bailarlos.

3.6.08

De último momento...

diario con fechas de isabel zapata iii

Son varios los momentos a lo largo del día en los que pienso esto está perfecto para el blog, pero cuando llego a mi casa se me olvidan. chin. debería conseguirme uno de esos celulares mágicos que tiene manuel, de esos que incluyen todo lo que viene siendo la interné.

"Snakes. Why did it have to be snakes?"

He aquí una fuerte realidad: antes de la semana pasada, yo no había visto ninguna película de Indiana Jones. Ninguna. No sabía que luchaba contra los nazis, que daba clases en una famosa universidad y que en una cena desafortunada comió de postre cerebro de mono. Pero he retomado el camino del bien, acabo de terminar de ver la segunda película y ya nomás falta una para poder ir al cine a ver la que acaba de salir (sí, aunque salga un alien).

comensales

gepda

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