Cuando me cambié de escuela en quinto de primaria, adoptamos la costumbre de mandarnos cosas por correo. Así, durante muchos mesos, nos contábamos la vida, mandábamos dibujos o breves cuentos. Hasta la fecha, cada vez que hago limpieza de cajas de recuerdos, no me atrevo a tirar aquellas cartas.
Me encanta su energía, el contraste de sus colores, su visión refescante y presencia duradera. Es mi amiga más antigua, testigo constante de mis pasos. Y hay que decirlo: yo también observé, observo y observaré los suyos.
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