ayer tuve que enfrentarme con otro de los grandes pequeños problemas de la vida: la raspadura de encía y paladar que causa el inexplicablemente famoso sabritón. por qué siguen fabricándolos? en cualquier momento pueden dejar heridas profundas en tu boca. si los muerdes tantito mal tendrás encías sangrantes por semanas y semanas. me sorprende que están presentes en casi cualquier fiesta/reunión. por qué no comprar doritos, rancheritos o takis? hasta chicharrones de esos cafés de bolsita serían mejor opción.
30.3.08
28.3.08
demasiadas horas de hospital
para un par de días. me vienen a la mente recuerdos que preferiría tener bien guardaditos. así que no vuelvo más, he dicho.
24.3.08
Grandes pequeños problemas de la vida
Estas noches de clima raro tengo el mundialmente conocido problema de la pijama. Consiste en lo siguiente: si duermo con pants, estoy perfecta de los brazos pero me da calor en las piernas. Si duermo ligera de ropas (uuu) no me da calor pero sufro de frío en los brazos. Estoy desesperada. Después de arduos intentos de solucionar esta situación, he tenido que recurrir al ridículo atuendo de boxers con sudadera. Anden, búrlense. ¿O tienen alguna otra solución?
23.3.08
leo,
por vez primera, a juan josé arreola. la feria. me gusta:
-me acuso Padre de que tengo novia.
-eso no es pecado, pero tú no tienes edad.
-y el otro día le tenté...
-qué le tentaste?
-cuando era chico, mi tía Jesusita con una mano me levantaba el brazo y con el filo de la otra iba haciendo como que me cortaba con un cuchillo: "cuando vayas a comprar carne, no compres de aquí, ni de aquí ni de aquí... sólo de aquí!" y derrepente me hacía cosquillas debajo del arca.
-¿y eso a qué sale?
-es que también yo jugué a eso con mela, pero se lo hice en la pierna, empezando por el tobillo... "cuando vayas a comprar carne..."
-eso no es pecado, pero tú no tienes edad.
-y el otro día le tenté...
-qué le tentaste?
-cuando era chico, mi tía Jesusita con una mano me levantaba el brazo y con el filo de la otra iba haciendo como que me cortaba con un cuchillo: "cuando vayas a comprar carne, no compres de aquí, ni de aquí ni de aquí... sólo de aquí!" y derrepente me hacía cosquillas debajo del arca.
-¿y eso a qué sale?
-es que también yo jugué a eso con mela, pero se lo hice en la pierna, empezando por el tobillo... "cuando vayas a comprar carne..."
Posesión del ayer
Para quienes andamos melancólicos, un chocolatito caliente Borgiano donde sopear nuestras ausencias... te quiero siempre...
Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos. llión fue, pero llión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.
-JL Borges
14.3.08
calcetas verdes
la de hoy fue una mañana casi normal. me desperté, desayuné, me metí a bañar. decidí ponerme una falda de rayas rosas con morado y una camiseta azul marino. ya cuando estaba saliendo me di cuenta que me iba a dar frío. y he aquí el error del día: tomé una chamarra nueva, gris clarita, padrísima pero que no combina nada. NADA. me siento mal.
Pd. nunca se me va a olvidar el día que maite llegó a la escuela con calcetas verdes. las del uniforme eran azul marino, pero ella, somnolienta, no le dio demasiada importancia. y así anduvo todo el día, con sus calcetas verdes, pero con mucha dignidad. maite rockea.
12.3.08
11.3.08
9.3.08
10 recuerdos
1. Mi papá, mis hermanos y yo, todos alrededor de la mesa de la sala, todos comiendo la misma botana empanzonadora: pistaches.
2. Los rollitos de jamón con mayonesa que me hacía mi mamá para cenar.
3. Mi casita de campaña de conejo donde me escondía a jugar o a ver mis libros durante horas.
4. El muñeco con paracaídas que mi hermano Pedro que nunca me prestaba.
5. La tranquilidad que me daba el sonido de las uñitas de la negra, mi perra, sobre la duela. Daba sus rondas por todos los cuartos en las noches.
6. Despertarme temprano los domingos para ver chabelo, desayunar hot cakes con mis abuelos en Shirley´s, luego ir a coyoacán con mi mamá y hermanos por un helado y un libro al parnaso. Podíamos escoger uno cada quien.
7. Algunas canciones favoritas: "Soy uno cuando estoy sólo y dos si tu estás conmigo. Somos tres si somos dos y viene algún otro amigo..." o, unos años más tarde: "No controles mi forma de bailar porque es total, y a todo el mundo gusta..."
8. La pregunta, mil veces repetida a lo largo de mi infancia: Y tú, Isabel, ¿cuántos hermanos tienes? y lo difícil que me era contestarla (ojo: no es que me fuera emocionalmente difícil, más bien era técnicamente complicado. Somos muchos, de diferentes papás y mamás. Necesitaba papel y lápiz.)
9. La sensación de sentarme a escribir mi diario al final de cada día. Ya no lo hago todos los días pero, cuando lo hago, la sigo teniendo.
10. Cómo me gustaba ver las mismas películas millones de veces, especialmente tres: Alicia en el país de las maravillas, Las brujas, El oso.
3. Mi casita de campaña de conejo donde me escondía a jugar o a ver mis libros durante horas.
4. El muñeco con paracaídas que mi hermano Pedro que nunca me prestaba.
5. La tranquilidad que me daba el sonido de las uñitas de la negra, mi perra, sobre la duela. Daba sus rondas por todos los cuartos en las noches.
6. Despertarme temprano los domingos para ver chabelo, desayunar hot cakes con mis abuelos en Shirley´s, luego ir a coyoacán con mi mamá y hermanos por un helado y un libro al parnaso. Podíamos escoger uno cada quien.
7. Algunas canciones favoritas: "Soy uno cuando estoy sólo y dos si tu estás conmigo. Somos tres si somos dos y viene algún otro amigo..." o, unos años más tarde: "No controles mi forma de bailar porque es total, y a todo el mundo gusta..."
8. La pregunta, mil veces repetida a lo largo de mi infancia: Y tú, Isabel, ¿cuántos hermanos tienes? y lo difícil que me era contestarla (ojo: no es que me fuera emocionalmente difícil, más bien era técnicamente complicado. Somos muchos, de diferentes papás y mamás. Necesitaba papel y lápiz.)
9. La sensación de sentarme a escribir mi diario al final de cada día. Ya no lo hago todos los días pero, cuando lo hago, la sigo teniendo.
10. Cómo me gustaba ver las mismas películas millones de veces, especialmente tres: Alicia en el país de las maravillas, Las brujas, El oso.
8.3.08
Fotos recientemente recuperadas de viejos discos empolvados
Maite y yo nos fuimos a las europas de verano a diciembre de 2003, terminando la preparatoria. En aquellos tiempos tanto nuestras capacidades tecnológicas como la tarjeta de memoria de la cámara que usábamos dejaban mucho que desear, por lo que recurríamos al viejo truco de bajar las fotos a cds cada par de semanas. Luego regresamos a México y, sorpresa! los apestosos cds eran una basofia y el programa en el que estaban guardadas las fotos me resultaba harto difícil de manejar. Podía ver mis fotos, pues, pero chiquititas. Después de arduos intentos, y con todo el dolor de mi corazón, guardé los mentados discos en el cajón del olvido. Y queeé creen? Ayer los saqué. De pronto resultó que el programa no era tan complicado como creía. En fin, he aquí algunas fotos recuperadas. Namás por presumir los buenos tiempos.
5.3.08
ella me enseñó
a amarrarme las agujetas. Me dejaba dormir en su cama cuando tenía miedo. A mis hermanos y a mí, nos enseñó a distinguir lo importante de lo trivial y a vivir sin pedir permiso para hacerlo. Por eso es la mejor mujer que conozco, y aunque no me encanta el día de la mujer, es inevitable que hoy la lleve en la cabeza.
4.3.08
Nunca te vayas sin decir te quiero
-Vendrían príncipes de todo el mundo a visitarme.
-Eres una pinche histérica.
Yo sabía que estabas equivocada, Amparo. Los príncipes sólo existen en los cuentos de hadas, y ésto es real. Demasiado real. Serán embajadores, grandes políticos, representantes de pueblos enteros, aunténticos fanáticos tuyos, Amparo, que vendrán a tu funeral. ¿Y yo? ¿Dónde quepo yo? Mi mejor traje no se acerca siquiera a la seda fantástica que envuelve a estos seres.
-Siempre vístete bien- decías-, es como disfrazarse. Si te sientes mal, disfrázate de hombre feliz. Tarde o temprano el disfraz se le pega a uno.
Pobre pendeja, pensé cuando te vi por primera vez. En tu rostro se veía la inocencia, la falta de malicia y las ganas de comerte el mundo a puños, y yo, desde mis aires de grandeza y mi salvajismo, sabía que el mundo no cabía en tus puños. Debo confesarlo, te di el puesto con la secreta intención de lastimarte un poco, ¡Te veías demasiado feliz para ser de este planeta! Creí que te hacía falta sufrir, volverte un mortal de carne y hueso; creí que no era bueno que tuvieras esa transparencia, ese cuerpo perfecto, esos labios melosos y cursis. No te fuiste a la primera quincena, aunque tu sobre era más delgado que el del intendente. No te fuiste a la segunda, ni a la tercera. No te fuiste hasta ahora, cuando ya no quería que te fueras.
¡Y sólo podré hacer una esquela para despedirte, Amparo! ¿Sólo una esquela para compensarlo todo? ¿A quién le pago ahora todo lo que te debo? ¿A quién le devuelvo tus gentilezas, Amparo?
-Tuve un sueño muy extraño- dijiste; y yo, obsesivo, loco, traumado, no te escuché. No quise escuchar que tenías que ir a bailar a algún país exótico y lejano, que el destino te llamaba, que estabas aburrida conmigo, que necesitabas un príncipe azul y poesía, y danza, y pintura, y arte, para mantener esa sonrisa; que no necesitabas mis negocios, que se hacía tarde y debías marcharte. Que me amabas. Que sabías que yo te correspondía desde la pequeñez y la grandeza de mi corazón cotidiano. No quería que lo dijeras, y ahora... ¿y ahora?...
Ahora es demasiado tarde.
Yo sabía que estabas equivocada, Amparo. Los príncipes sólo existen en los cuentos de hadas, y ésto es real. Demasiado real. Serán embajadores, grandes políticos, representantes de pueblos enteros, aunténticos fanáticos tuyos, Amparo, que vendrán a tu funeral. ¿Y yo? ¿Dónde quepo yo? Mi mejor traje no se acerca siquiera a la seda fantástica que envuelve a estos seres.
-Siempre vístete bien- decías-, es como disfrazarse. Si te sientes mal, disfrázate de hombre feliz. Tarde o temprano el disfraz se le pega a uno.
Pobre pendeja, pensé cuando te vi por primera vez. En tu rostro se veía la inocencia, la falta de malicia y las ganas de comerte el mundo a puños, y yo, desde mis aires de grandeza y mi salvajismo, sabía que el mundo no cabía en tus puños. Debo confesarlo, te di el puesto con la secreta intención de lastimarte un poco, ¡Te veías demasiado feliz para ser de este planeta! Creí que te hacía falta sufrir, volverte un mortal de carne y hueso; creí que no era bueno que tuvieras esa transparencia, ese cuerpo perfecto, esos labios melosos y cursis. No te fuiste a la primera quincena, aunque tu sobre era más delgado que el del intendente. No te fuiste a la segunda, ni a la tercera. No te fuiste hasta ahora, cuando ya no quería que te fueras.
¡Y sólo podré hacer una esquela para despedirte, Amparo! ¿Sólo una esquela para compensarlo todo? ¿A quién le pago ahora todo lo que te debo? ¿A quién le devuelvo tus gentilezas, Amparo?
-Tuve un sueño muy extraño- dijiste; y yo, obsesivo, loco, traumado, no te escuché. No quise escuchar que tenías que ir a bailar a algún país exótico y lejano, que el destino te llamaba, que estabas aburrida conmigo, que necesitabas un príncipe azul y poesía, y danza, y pintura, y arte, para mantener esa sonrisa; que no necesitabas mis negocios, que se hacía tarde y debías marcharte. Que me amabas. Que sabías que yo te correspondía desde la pequeñez y la grandeza de mi corazón cotidiano. No quería que lo dijeras, y ahora... ¿y ahora?...
Ahora es demasiado tarde.
-Rodrigo Solís
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