2. Los rollitos de jamón con mayonesa que me hacía mi mamá para cenar.
3. Mi casita de campaña de conejo donde me escondía a jugar o a ver mis libros durante horas.
4. El muñeco con paracaídas que mi hermano Pedro que nunca me prestaba.
5. La tranquilidad que me daba el sonido de las uñitas de la negra, mi perra, sobre la duela. Daba sus rondas por todos los cuartos en las noches.
6. Despertarme temprano los domingos para ver chabelo, desayunar hot cakes con mis abuelos en Shirley´s, luego ir a coyoacán con mi mamá y hermanos por un helado y un libro al parnaso. Podíamos escoger uno cada quien.
7. Algunas canciones favoritas: "Soy uno cuando estoy sólo y dos si tu estás conmigo. Somos tres si somos dos y viene algún otro amigo..." o, unos años más tarde: "No controles mi forma de bailar porque es total, y a todo el mundo gusta..."
8. La pregunta, mil veces repetida a lo largo de mi infancia: Y tú, Isabel, ¿cuántos hermanos tienes? y lo difícil que me era contestarla (ojo: no es que me fuera emocionalmente difícil, más bien era técnicamente complicado. Somos muchos, de diferentes papás y mamás. Necesitaba papel y lápiz.)
9. La sensación de sentarme a escribir mi diario al final de cada día. Ya no lo hago todos los días pero, cuando lo hago, la sigo teniendo.
10. Cómo me gustaba ver las mismas películas millones de veces, especialmente tres: Alicia en el país de las maravillas, Las brujas, El oso.
3. Mi casita de campaña de conejo donde me escondía a jugar o a ver mis libros durante horas.
4. El muñeco con paracaídas que mi hermano Pedro que nunca me prestaba.
5. La tranquilidad que me daba el sonido de las uñitas de la negra, mi perra, sobre la duela. Daba sus rondas por todos los cuartos en las noches.
6. Despertarme temprano los domingos para ver chabelo, desayunar hot cakes con mis abuelos en Shirley´s, luego ir a coyoacán con mi mamá y hermanos por un helado y un libro al parnaso. Podíamos escoger uno cada quien.
7. Algunas canciones favoritas: "Soy uno cuando estoy sólo y dos si tu estás conmigo. Somos tres si somos dos y viene algún otro amigo..." o, unos años más tarde: "No controles mi forma de bailar porque es total, y a todo el mundo gusta..."
8. La pregunta, mil veces repetida a lo largo de mi infancia: Y tú, Isabel, ¿cuántos hermanos tienes? y lo difícil que me era contestarla (ojo: no es que me fuera emocionalmente difícil, más bien era técnicamente complicado. Somos muchos, de diferentes papás y mamás. Necesitaba papel y lápiz.)
9. La sensación de sentarme a escribir mi diario al final de cada día. Ya no lo hago todos los días pero, cuando lo hago, la sigo teniendo.
10. Cómo me gustaba ver las mismas películas millones de veces, especialmente tres: Alicia en el país de las maravillas, Las brujas, El oso.
1 comentario:
las brujas era una obra maestra total. si la hubiera visto de niño me vuelvo loco.
mis tres pelis favoritas de la infancia:
- la dama y el vagabundo. momento: cuando tres pinches perros persiguen con la peor de las intenciones a reina/lady (mi perra de la adolesciencia se llamó lady, obviamente!), la acorralan y golfo (o sea: yo) salta la barda y les cae a los rufianes. futamadre, qué increíble momento.
- king kong. íbamos a verla al cine cada vez que la ponían, que no era cosa rara en el pecime o en el bella época. (esto era pre a los tiempos del beta, vhs, dvd, torrents.) mis papás me sacaban antes del final porque las dos primeras veces me puse tristísimo. más bien sólo íbamos a ver a kong cargar a ann darrow, acariciarla junto al lago aquel y matar dinosaurios en su nombre. a wevo.
- la banda de los dóberman. mi papá me dijo que los productores nos habían pedido al bófer, que era su perro, para que apareciera en la peli como el jefe de esa banda. le perdono la mentira, que me creí completita, porque me hizo amar todavía más al bófer, que era un chingón.
(obvio de niño tuve una fijación muy cabrona con los animales: también me encantaron los 101 dálmatas [de animación, claro], la leona de dos mundos, todo tarzán.
de chiquito chiquito, bueno de unos cuatro años, jugaba a que era el perro de la casa. me llamaba golfo y no tenía raza la mayoría de las veces; otras era pastor alemán y me llamaba rintin (no rintintín). mi mamá me decía: ahoooooora rintin!, y ya yo corría y salvaba a alguien o atacaba a un ladrón de ovejas.
jaja. era un idiota.
:o(
)
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