14.10.13

Amor: un índice



A

Angustia: no me deja descansar. Es una marioneta mecánica sobre mis muslos, asfixiándome, balbuceando en su lenguaje de metal una larga canción de despedida.

Aniversario: dijiste que no necesitábamos uno. Yo respondí algo sobre la importancia de las fechas y propuse algún día a finales de septiembre. Nunca llegamos a cumplirlo. No realmente.

C

Celos: si supiera en dónde empiezan, por qué me hacen andar a ras del suelo, podría tomarlos entre mis manos y triturarlos como nueces. O acariciarlos suavemente hasta que se quedaran dormidos. Luego ahorcarlos.

Cerveza: no nos gusta. Cuando M pasó una semana en casa compró seis latas y se tomó cinco. La que sobró se quedó en el refrigerador durante todo el año, en cambio las botellas de vino se terminan en un día.

Comida

Hamburguesas: recorrimos la ciudad durante meses buscando la hamburguesa perfecta. A ti te gusta que, al morderlas, el bollo se humedezca con el jugo de la carne. Yo las prefiero un poco más secas, el pan mojado me recuerda a los sándwiches de atún con mayonesa que mamá me ponía de lunch en primaria y que siempre tiraba a la basura. Secas y con pepinillos.

Phở: se pronuncia fuh. Un par de veces llegaste a casa con un recipiente y serviste el caldo en dos platos hondos, luego repartiste las verduras y los pedazos de puerco en cada uno. La cocina se inundó de su olor a menta, albahaca, cilantro. La dicha.

Pollo rostizado: es tu comida favorita, pero a mí ha dejado de gustarme.

Cumpleaños: tirar a la basura las llaves de tu departamento, verte fajar con otra en la fiesta, un poema de cumpleaños no escrito, el pleito en el restaurante portugués de nombre olvidado.

D

Departamentos

Regina [Regina 51, depto. 6, Centro Histórico, DF]: espacio en blanco. Lula. Mosquitos. Mesa de ping pong. La música que entraba por el balcón. De Regina me duelen todas las veces que –sin éxito– te dije ya me voy sólo para escuchar quédate.

Harlem: me gustaba que me gritaran ¡snowflake! cuando pasaba frente al local de cuchifritos.

Park Slope [437 1st Street, ap. 3b, 11215, Brooklyn, NY]: fue nuestra casa. Era hermoso el vecindario mientras íbamos llenándolo con nuestra vida. Luego la pérdida.
       
Dicha: ya lo he dicho: menta, albahaca, cilantro.
Diferencias: para ti el amor se parece a las alas del pájaro, para mí es el pájaro herido entre las manos. Así podría resumirse nuestra historia.

E

Espacio

            Propio: la cocina, mis diarios, el café donde me sentaba a leer.

Común: la intimidad, nada más. ¿No es raro que acordarnos todavía | nos ponga melancólicos y graves?

F

Final: la calma de la tarde de domingo, los higos del mercado de San Juan, despertar a contarte lo que sueño, la memoria engañosa y engañada, la sangre que brota de la herida, la flecha que nunca alcanza el blanco. Sobre todo eso: la flecha que nunca alcanza el blanco.
Fotos: siempre te tapabas la cara o te escondías detrás de mí cuando iban a tomarnos una. Por eso tenemos pocas y malas. Así mejor.

Futuro:

H

Helado: dijiste que antes de mí no te gustaba y a mí me dieron ganas de creerte.

Hoteles

Villa del Valle, Ensenada: fue el momento más puro de nuestro amor. Comimos sin parar y caminamos felices por la ciudad. Hasta me dejaste tomarte una foto con la bandera de México de fondo.

Boca Chica, Acapulco: no quisiste bajar a la alberca. Yo me acosté en el sol durante horas a leer Crash hasta que pasaste por mí para ir a comer. En el camino, el chofer del taxi nos dijo “no son buenos tiempos para visitar Acapulco”.

L

Libros: cuando llegamos a vivir a Nueva York compramos tres libreros y cada quién tomó algunas repisas. Una noche decidimos ordenar todos los libros por colores y pensé en los riesgos formar una biblioteca juntos: inevitablemente empezaremos a olvidar quién compró qué o cuáles fueron regalos entre nosotros. Cuando te pregunté si no te daba miedo que llegara el momento de dividir los libros, te quedaste callado. Algo me ocultabas con tu silencio.

M

Maestría: quedamos de vernos para cenar y yo llevé la carta para enseñártela: ‘We are pleased to inform you that you have been admitted to the MA program in Philosophy of the New School for Social Research for the Fall 2010 semester’. Me miraste con un desconcierto que nunca volví a ver en tus ojos. Ese día dormimos en mi casa y a medianoche me dijiste que me seguirías a donde fuera. Llegamos a Nueva York siete meses después.

Mentiras: ver angustia.

Música: pusiste mi foto con Nicole en la portada del folder con las canciones más bonitas del mundo.

N

Nieve: nuestro primer invierno en Nueva York nevó por más de dos semanas. Corrijo: mi primer invierno. Nuestro único.

P

Palabras: escribió Porchia que lo que dicen las palabras no dura, lo que dura son las palabras. Las palabras son siempre las mismas: cuerpo, canción, bienvenida, espejo, precipicio. Lo que dicen, sin embargo, cambian de una leída a otra. Ésa es su máxima virtud y su máximo defecto.

Pastillas

Lexapro: ser invencible. Que no pese la soledad ni el rechazo ni la posibilidad del final. Que mis huesos transparentes no necesiten de nadie. Engrosar mi piel para que tus dardos no la atraviesen. Ser invencible y luego ser tuya, en ese orden.

Tafil: la posibilidad de dormir, de respirar.

Películas: “Bastardos sin gloria” fue la primera que vimos juntos.

Perros

Juliaroberts: era de hierro. Ser su ama fue ser ama del mundo.

Lula: extraño la mañana de 1995 en la que llegó Lula. Quisiera haber ido contigo al albergue, haberle puesto el nombre. Pero todavía faltaban catorce años para el 27 de septiembre de 2009, el domingo te visité por primera vez. A Lula no le gustó mi presencia, pero yo la quise desde el primer momento y te amé a ti a través de ella. Las uñitas de Lula corriendo por el departamento, Lula chillando para que le diéramos una salchicha, Lula echada entre nosotros después de hacer el amor. Luego el desastre de la ausencia de Lula.

              Nicole: cada día venía a la cama a ofrecerme la luz primera de la mañana. Bastaba con hundir mi cabeza en su cuerpo para espantar a la tristeza. He decidido creer que no está muerta.

Poesía: lo primero. También lo que permanece.

R

Restaurantes: tu elemento. Después de separarnos me costó trabajo volver a visitarlos.

S

Sueño: respiras a mi lado y quisiera descansar en ti, aunque sepa que hacerlo es descansar en el vacío.


T

Tiempo: yo necesitaba cercanía, complicidad. La pedí antes y durante, la pedí cuando nos separamos. No la tuve entonces y ahora sé que no la tendré nunca. Todas las certezas llegan demasiado tarde.


V

Viajes            

India: cuando te fuiste todo estaba por escribirse.

            Brasil: cuando te fuiste todo estaba por romperse.
                       

Vino: al beber tus ojos se convertían en un par de animalitos blandos. Yo me asomaba en ellos dulcemente: lo que encontré ahí lo llevo en mi alma y no lo suelto.


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Debo mencionar, porque acaso algunos lo considerarán de importancia, que le copié la idea de hacer un índice así a Rebecca Lindenberg, que lo hizo con su propia historia (y mucho mejor que yo) en Love, an Index.

13.10.13

Limpiar la casa

Es curiosa la comezón que lleva invadiéndome un par de semanas. He estado dándole muchas vueltas a cómo sacudirme esta necesidad de volver a los textos que he escrito en los últimos años para ajustarlos ligeramente y luego volver a guardarlos y a lo que sigue. Este constante retorno se ha convertido en una necedad que, empiezo a temer, no tiene final si no le invento yo uno artificialmente. En una breve semblanza que redacté para mi participación en un festival de poesía dije que actualmente estaba preparando mi segundo poemario. Lo dije en parte para imaginar que avanzo, que paso de una cosa a otra nueva como me imagino que lo hace el resto de la gente.

La verdad es que llevo dos o tres años dándole vueltas a más o menos el mismo conjunto de poemas. Que no "avanzo".

Realmente extraño la facilidad con que escribía hace algunos años. Me costaba menos trabajo sentarme a hacerlo y (más importante) casi siempre me sentía satisfecha publicándolo en este blog o en otros, en revistas. Hasta un libro publiqué cuando estaba por entrar a la universidad.

Las cosas han cambiado. Paso horas tomando apuntes, separando frases que me gustan en libros para luego volver a ellas. Pero no resulta en nada, y empiezo a sospechar que lo que tengo es un empacho de poemas viejos, que estoy aferrada a ellos no porque sean buenos o porque yo realmente piense que valen la pena, sino porque no quiero soltar completamente los momentos en los que fueron escritos: la vida con mamá, con Alonso, con mis perras, la universidad, el DF. Ahora me empiezo a sentir distinta, instalada más felizmente en lo que tengo y no en lo que he dejado atrás. Creo que de ahí vienen estas ganas de borrón y cuenta nueva, de sacar las cosas viejas para hacerle espacio a las nuevas.

Como la limpieza de una casa.

Es por eso que en los últimos meses me he limitado a traducir, intento hacerlo cada semana porque eso me obliga a no perder la costumbre de leer poesía y, tal vez ingenuamente, siento que eso me coloca en un camino en el que un día pueda tener un golpe de suerte, o de gracia, que me ayude a crear otra vez. No estoy segura de casi nada, pero sé que escribir es esencial en mi vida independientemente del destino que tenga lo escrito. Escribo porque necesito hacerlo.

En las próximas semanas voy a publicar en el blog textos viejos que he retocado o mezclado hasta el punto de ser nuevos, o al menos de ser definitivos. Lo haré como un ejercicio de limpieza y no espero (nunca he esperado) ser leída, mucho menos que los que pasen todavía por ese territorio olvidado gusten de lo que encuentren en él. Pero tengo que hacerlo ordenadamente porque así funciona mi cerebro y es difícil, acaso imposible romper eso.

comensales

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