Es curiosa la comezón que lleva invadiéndome un par de semanas. He estado dándole muchas vueltas a cómo sacudirme esta necesidad de volver a los textos que he escrito en los últimos años para ajustarlos ligeramente y luego volver a guardarlos y a lo que sigue. Este constante retorno se ha convertido en una necedad que, empiezo a temer, no tiene final si no le invento yo uno artificialmente. En una breve semblanza que redacté para mi participación en un festival de poesía dije que actualmente estaba preparando mi segundo poemario. Lo dije en parte para imaginar que avanzo, que paso de una cosa a otra nueva como me imagino que lo hace el resto de la gente.
La verdad es que llevo dos o tres años dándole vueltas a más o menos el mismo conjunto de poemas. Que no "avanzo".
Realmente extraño la facilidad con que escribía hace algunos años. Me costaba menos trabajo sentarme a hacerlo y (más importante) casi siempre me sentía satisfecha publicándolo en este blog o en otros, en revistas. Hasta un libro publiqué cuando estaba por entrar a la universidad.
Las cosas han cambiado. Paso horas tomando apuntes, separando frases que me gustan en libros para luego volver a ellas. Pero no resulta en nada, y empiezo a sospechar que lo que tengo es un empacho de poemas viejos, que estoy aferrada a ellos no porque sean buenos o porque yo realmente piense que valen la pena, sino porque no quiero soltar completamente los momentos en los que fueron escritos: la vida con mamá, con Alonso, con mis perras, la universidad, el DF. Ahora me empiezo a sentir distinta, instalada más felizmente en lo que tengo y no en lo que he dejado atrás. Creo que de ahí vienen estas ganas de borrón y cuenta nueva, de sacar las cosas viejas para hacerle espacio a las nuevas.
Como la limpieza de una casa.
Es por eso que en los últimos meses me he limitado a traducir, intento hacerlo cada semana porque eso me obliga a no perder la costumbre de leer poesía y, tal vez ingenuamente, siento que eso me coloca en un camino en el que un día pueda tener un golpe de suerte, o de gracia, que me ayude a crear otra vez. No estoy segura de casi nada, pero sé que escribir es esencial en mi vida independientemente del destino que tenga lo escrito. Escribo porque necesito hacerlo.
En las próximas semanas voy a publicar en el blog textos viejos que he retocado o mezclado hasta el punto de ser nuevos, o al menos de ser definitivos. Lo haré como un ejercicio de limpieza y no espero (nunca he esperado) ser leída, mucho menos que los que pasen todavía por ese territorio olvidado gusten de lo que encuentren en él. Pero tengo que hacerlo ordenadamente porque así funciona mi cerebro y es difícil, acaso imposible romper eso.
3 comentarios:
es muy diferente lo que tú y yo hacemos, pero esto que escribes me hizo recordar lo que nos decía un profesor la semana pasada: nuestro cerebro funciona igual que una memoria USB, tiene un límite. y si no estamos constantemente depurando, sacando todas esas ideas que tenemos dando vueltas en la cabeza, no dejamos espacio para que entren las nuevas.
me pareció muy atinada su comparación y creo que vas a encontrar que tu cabeza se empezará a llenar de nuevas ideas una vez que dejes ir las viejas.
Es verdad, creo que eso pasará. ¡Espero! También espero que entre las cosas que vienen en el futuro siempre estés tú.
antes de conocerte a ti, conocí tus letras aquí. no me pierdo esta limpieza de casa por nada del mundo.
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