¡día, redondo día,
luminosa naranja de veinticuatro gajos,
todos atravesados por una misma y amarilla dulzura!
- himno entre ruinas, octavio paz
¿sabías que la nebulosa ‘reloj de arena’
–la que parece un ojo gigantesco
estampado en el universo–
en realidad es la huella de una estrella moribunda?
en 1996, el telescopio espacial hubble tomó una imagen en la que aparecen dos anillos incendiados que se enlazan alrededor de un iris verde azul rosado con una pequeña pupila negrísima en el centro (una estrella gigante roja cientos de veces más grande que el sol).
a
ocho
mil
años
luz
(no te esfuerces: hay distancias que no caben en nuestro entendimiento)
esa mirada convierte de golpe
la impenetrable grandeza celestial
en algo posible
manso
redondo
en un acertijo con respuesta
como si eso fuera realizable.
pensar en el ‘reloj de arena’
como el amasijo de gases y polvo cósmico que es
(una nebulosa vacía de dios y de ojo que nos mire)
es cubrir con una manta oscura lo que somos
álamos, insomnio, tendones, apego, desiertos, carne, espuma, sangre, relámpagos, lenguaje, pérdidas, trenes, álgebra, pezuñas, vergüenza, ataúdes, biblias, antifaces, fronteras, burocracia, terror, costas, imperios.
olvidar que el día es al fin una
luminosa naranja de veinticuatro gajos.