Desde que tengo memoria y hasta que la entambaron injustamente, recuerdo haber sido fanática absoluta de Gloria Trevi. En aquellos maravillosos días de mi infancia, a veces me daba por ponerme unas medias rotas, despeinarme (lo cual no era tarea dicícil), vestirme con una camiseta larga de esas que estaban de moda en los noventas y bailar durante horas con "Pelo suelto" o "Dr. Psiquiatra".
Pero a mi mamá no le gustaba nadita que escuchara a la Trevi. No me extraña: ella consideraba su música y su excéntrico comportamiento como algo inapropiado para su pequeña y santa hija. En realidad, en aquellos ayeres yo ni me daba cuenta de lo atrevida que era su imagen, ni de por qué era tan criticada por los sectores conservadores de la sociedad. Mi enfoque era más infantil y simple, yo más bien estaba encantada con la idea de no peinarme ni bañarme, usar zapatos cómodos y viejos y gritarle a los doctores que no me dijeran tonterías. Nomás.
Lo que era un leve disgusto de mi madre por mi fanatismo se convirtió en todo un tema en 1994. Ese fue el año en que, emocionada, le pedí que me comprara el disco "Más turbada que nunca". Me respondió con un rotundo NO, acusó a mi ídolo de ser vulgar y prosaica y terminó de tajo con el tema. Pero, creyéndome muy lista, en mi carta a Santo Clós volví a incluir aquella joya musical (seguro él sería más flexible y comprensivo). En mi defensa, puedo decir que no tenía idea del doble sentido de dicho título, solamente sabía que ahí venía "La papa sin catsup" y soñaba con disfrazarme y bailarla todas las tardes ante la mirada desaprobatoria de mi pobre madre.
Pero Santo Clós es puro y bueno, y no me trajo ni madre. Bueno, más bien ni siquiera me acuerdo qué me regalaron ese año, nada importaba porque lo único que yo quería era aquel disco de título picante. Total que pasaron los años y la metieron a la carcel y yo me quedé sin mi disco para siempre jamás. Así que si un día amanecen con ganas de regalarme algo, ya saben qué me haría feliz.
Pero a mi mamá no le gustaba nadita que escuchara a la Trevi. No me extraña: ella consideraba su música y su excéntrico comportamiento como algo inapropiado para su pequeña y santa hija. En realidad, en aquellos ayeres yo ni me daba cuenta de lo atrevida que era su imagen, ni de por qué era tan criticada por los sectores conservadores de la sociedad. Mi enfoque era más infantil y simple, yo más bien estaba encantada con la idea de no peinarme ni bañarme, usar zapatos cómodos y viejos y gritarle a los doctores que no me dijeran tonterías. Nomás.
Lo que era un leve disgusto de mi madre por mi fanatismo se convirtió en todo un tema en 1994. Ese fue el año en que, emocionada, le pedí que me comprara el disco "Más turbada que nunca". Me respondió con un rotundo NO, acusó a mi ídolo de ser vulgar y prosaica y terminó de tajo con el tema. Pero, creyéndome muy lista, en mi carta a Santo Clós volví a incluir aquella joya musical (seguro él sería más flexible y comprensivo). En mi defensa, puedo decir que no tenía idea del doble sentido de dicho título, solamente sabía que ahí venía "La papa sin catsup" y soñaba con disfrazarme y bailarla todas las tardes ante la mirada desaprobatoria de mi pobre madre.
Pero Santo Clós es puro y bueno, y no me trajo ni madre. Bueno, más bien ni siquiera me acuerdo qué me regalaron ese año, nada importaba porque lo único que yo quería era aquel disco de título picante. Total que pasaron los años y la metieron a la carcel y yo me quedé sin mi disco para siempre jamás. Así que si un día amanecen con ganas de regalarme algo, ya saben qué me haría feliz.