No me gusta caminar por debajo de una escalera ni pasar la sal directamente de mano a mano, pero nunca, NUNCA, había tenido un viernes 13 tan nefasto. Todo empezó a la hora de la comida, cuando, a la hora de pagar, me di cuenta de que no traía mi cartera. Como la noche del jueves había ido a cenar aquí, y recordaba perfectamente haberla usado ahí por última vez, no me preocupé (siempre se me andan olvidando las cosas en mi casa cuando cambio de bolsa, así que la imaginé perfectamente ahí, quietecita encima de mi escritorio).
.
Todo cambió cuando me avisaron, de mi casa, que la cartera no aparecía por ningún lado. Al principio quise ser fresca, pero después de media hora las ansias me ganaron y decidí ir a buscarla. Y nada. Una de dos: o se me había caído por ahí, o de plano algún rufián la había sacado de mi cartera con toda la intención y ahorita ya estaba comprando boletos para él y toda su familia a las islas canarias. Al final, después de hablar al banco, la historia se terminó pareciendo más a lo segundo: en efecto habían hecho cargos a mis dos tarjetas. Y que me pongo a llorar desconsoladamente, porque en una de ellas estaban todos mi ahorros. No era sólo el dinero, el llanto tenía que ver con la impotencia que me crecía por dentro, una pinche sensación asquerosa al imaginar al mequetrefe ladronzuelo (o ladronzuela, seguramente, porque usurpó mi identidad para firmar) caminando entre televisiones y películas y ropas y pasillos del super con mi cartera en la mano, pensando en qué comprar. Grrr.
.
Decidí ir al Ministerio Público. En primer lugar, porque uno de los bancos me pedía que levantara un acta para poder iniciar la averiguación con la que me van a devolver mi dinero (porque me van a devolver mi dinero). Y segundo, porque estaba encabronadísima y no me soportaba a mí misma en mi casa dando vueltas y llorando y pensando en mi dinero perdido.
.
El trámite resultó ser mucho menos tardado y terrible de lo que me esperaba. Una señora malencaradaperonotanto me atendió, llené unos papeles, me hiceron esperar un poco (obviamente me senté en una banca mojada de algo que no quise averiguar), me pidieron contarle todo a un judicial muy amable y me dieron mi citatorio para llevar más información sobre los cargos que habían hecho y para nosequé más.
.
Ya de regreso al coche, pisé caca. No me sorprendió.
4 comentarios:
Ufff... odio esos días donde sólo falta que te cague una paloma.
A mi una vez me pasó de tener uno de esos días mierdosos, y ya de camino a casa, mientras me quejaba con una amiga, se estrelló una palomilla contra mi corazón y cayó muerta al suelo. Ese hecho me impresionó mucho, sobre todo porque me pregunté porque no pudo ser un bicho más bonito... no tenía que ser una maldita palomilla... con el asquito que me dan...
En fín... como diría Murphy, "Cheer up, the worst is yet to come."
Un beso*
se,
Pese a lo terrible del día, es bueno saber que te devolverán lo que la ladrona haya gastado... Pero qué friega (y qué cara dura se debe necesitar para ser ladrón, carambas)
Abrazo.
Uyyy... qué mal. Tambíen yo recuerdo alguna vez haber tenido una jornada similar por un robo.
¡¡Buuu por la ladrona de carteras!!
Pero ánimo, no todos los días pueden ser tan malos.
Ojalá la triscaidecafobia no se vuelva una molestia como lo de la sal y las escaleras.
Saludos pre-primaverales.
Mi querida Isa:
Aunque no he sufrido un robo de cartera sí padecí un fraude electrónico a mi tarjeta... también a mis ahorros y fue un reverendo martirio; pero efectivamente, cuando levanté el acta y el proceso de declarar y todo se portaron considerablemtente bien, bastante atentos.
Conclusión: todos odian-mos a los bancos (hasta el del MP quería hacer una coperacha porque sabía q en el Banco se iban a tardear). Lento; pero efectivo...
Estaré pendiente de cómo se resuelve tu situación :) Y bueno... q mal q haya sido en viernes 13 (que en México más bien es "En martes 13 no te cases ni te embarques ni de tu casa te apartes").
Saludos y suerte ... no éxito porque la suerte es para tontos
Publicar un comentario