mi abuelo, tiene más de 80 años y una voluntad de vivir que ya quisiéramos varios de mi generación. Tuvo cinco hijos, que le han dado doce nietos y cuatro bisnietos (una de ellas en camino). Por si eso fuera poco, tuvo un rancho con caballos al que dedicó gran parte de su vida, unas manos privilegiadas en el manejo de la madera y la cantidad de experiencias necesarias para hacer de él un hombre sabio y admirable.
El sábado, cuando entré a su casa, vinieron a mi mente imágenes de cuando preparaba un mole delicioso y lo comíamos con el quesillo que traía del rancho. Recordé también cómo me enseñó a montar a caballo y la mirada especial que me ha dedicado desde la primera vez que me vio por ser la menor de sus nietos. El sábado, por primera vez, subí corriendo las escaleras de su casa con miedo de que esa mirada se estuviera desvaneciendo. Pero no.
1 comentario:
Hola Isa...
Qué bonito texto. Tiene la mirada de mi abuelita. Será que todos los ancianos regresan al origen y comparten esa luz acuosa en la mirada.
Un beso
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