25.11.15

Un caleidoscopio en blanco y negro


Los días previos a su muerte, mi padre soñaba que había alacranes en su habitación. Su penúltima noche la pasó así: en vela y despertando a mi hermana a cada rato para decirle que caían alacranes del techo, que alacranes subían por las patas de su cama, que por favor se levantara a ayudarle a matar alacranes. 

En los meses que siguieron yo dejé mi departamento en Nueva York y me mudé a esta casa del espanto para arreglar cuestiones familiares. Los asuntos que de lejos me parecían manejables se volvieron imposibles la mañana que escuché el primer martillazo. Demolieron mi infancia, sin metáfora. Después vendimos la casa (la parte que no tumbaron) y fue labor mía empezar a vaciarla: empacar en cajas de cartón la alucinante vida de mi padre. Otro derrumbe. 

Entre los aparatos descompuestos que por costumbre se acumulan en las casas, anoche encontré dos alacranes que, caminando juntos, formaban un caleidoscopio en blanco y negro. Vendrán días mejores, estoy segura, pero ¿cómo le voy a hacer para olvidar eso?

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