En mayo de 1994 Octavio Paz estuvo en Nueva York para recibir un homenaje en el marco de su octogésimo cumpleaños. En su honor se organizaron varios eventos y seminarios, entre ellos una memorable lectura de poesía en el museo Metropolitano en la que John Ashbery, Joseph Brodsky, Bei Dao, Richard Howard y Mark Stand, que admiraban y apreciaban a Paz enormemente, rindieron lo que es a mi juicio el mejor tributo posible: leyeron su trabajo. Cada quien un poema propio, en honor al poeta, y uno escogido de la amplia obra de Paz (las versiones en inglés estuvieron a cargo de Eliot Weinberger, traductor impecable). Hubo además un coloquio en la New School, La poesía y el siglo XXI: La otra voz, en el que participaron Haroldo de Campos, Michael Palmer, Alberto Ruy Sánchez, Anthony Stanton y Nathaniel Tarn, y un seminario sobre la obra ensayística de Paz con Dore Ashton, Hugo Verani y Alfred MacAdam. Todo en el marco de una muestra bibliográfica en The Pierpont Morgan Library.
Han pasado veinte años desde esos días. La ciudad ha cambiado de una manera radical y los poetas y escritores que participaron en aquellos homenajes han envejecido. Este año Paz hubiera cumplido cien años y por motivos laborales estoy involucrada en algunos de los festejos que se organizarán en torno a su centenario en Nueva York. Así fui a dar con los materiales del homenaje de hace veinte años: fotos, el cuadernillo de la lectura, notas de periódico.
¿Cómo habrá vivido Paz la ciudad en su visita de 1994? El poeta había estado en Nueva York innumerables veces, la primera brevemente antes de un viaje a España, luego pasó una temporada en 1945 (el año de la muerte de Tablada) trabajando en el Consulado y después en múltiples visitas que tenían que ver con su actividad como intelectual y escritor. Pero me gusta pensar que la visita de 1994 fue especial. Tal vez es un capricho de mi imaginación: no sólo admiro a Paz, vivo en Nueva York y trabajo en una de las instituciones que organizó los festejos, pero estuve la ciudad de niña porque mi padre trabajaba entonces en el Consulado General.
Tal vez sea un capricho imaginar que esos días de mayo fueron especiales para Paz, pero es posible también que lo hayan sido. Los elementos: estaba en la cumbre de su carrera, acompañado por amigos queridos, festejando su cumpleaños en una ciudad estimulante y hermosa, especialmente en primavera.
Yo creo que fue una ocasión feliz. Las fotos no me contradicen.