fragmento de foto tomada de Swallow Magazine, edición DF |
Uno de los efectos más importantes que ha tenido en mí vivir fuera de México ha sido el desarrollo de un agudo síndrome del jamaicón. Cuando estuve en el DF en diciembre, la nostalgia navideña hizo de las suyas y me entretuve mucho tiempo pensando en la comida que más me hace falta, en los antojos que aún en Nueva York son difíciles de cumplir.
Es importante aclarar que esta lista es solo un recuento personalísimo de cosas que yo disfruto comer, no pretende estar basada en el conocimiento profundo de nada más allá de mis propios antojos. Vaya, ni siquiera podría decir que estas son las mejores cosas que he comido en México. Estos platillos son importantes, más bien, porque forman parte del mapa de la nostalgia por mi casa, una ciudad que más crece en mis afectos entre mejor conozco otras ciudades.
Tacos de rajas │ La lechuza
Es probable que La lechuza haya sido la primera taquería que visité de niña y tal vez por eso quiero volver siempre que voy al DF. Me gustan un montón de cosas (agua de limón con chía, sopa de tortilla, cazuela de queso fundido con hongos (¡rasparle el quesito quemado a la cazuela!), arroz con leche), pero los tacos de rajas tienen un lugar especial en mi corazón: cremositas y suaves, con el nivel picante perfecto, envueltas en una tortilla recién hecha.
Torta de calamar │ La barraca valenciana
La primera vez que probé una torta del mar fue con mi amigo Edel, al que el paso del tiempo me ha acercado, alejado y vuelto a acercar. La primera mordida de esa torta me enloqueció: simplemente calamares y chimichuirri con la suficiente cantidad de ajo para no olvidarla en mucho tiempo. El lugar ha cambiado pero la calidad de la torta, por suerte, no.
Una de las sopas favoritas de la ciudad (¡hasta tiene su propia página de Facebook!). No sé qué tiene exactamente, pero comerla es comerse el mar: se distinguen camarones, pescado, ¿almejas?, ajo, cebolla y un montón de hierbas aromáticas en un caldito verde perfecto para sopear el pan.
Botana de queso │ La fonda el refugio
Un molcajete grande de salsa verde cruda, fresca, con cubitos fritos de queso cotija. Eso en una tortilla hecha en casa con un poquito de chicharron entra al concurso de los mejores tacos del mundo. Para acompañar, una margarita tan buena que le entra al quite con la del San Angel Inn.
Tosada de salpicón │ Las tostadas de Coyoacán
A esto saben las fiestas en casa de mi papá: grandes cazuelas con guisados para las tostadas que no se rompen al morderlas. Las de salpicón siempre han sido mis favoritas, me gusta ese sabor carnoso pero acidito: limón, jitomate, cebollita, cilantro.
Barra de ensaladas │ Cluny
Como fanática de las barras de ensalada, puedo decir que ésta es una de las mejores de la ciudad. Me gusta la variedad de ingredientes pero sobre todo me gusta la actividad de armar el plato, escoger los ingredientes y el aderezo. Y como el plato no es grande y solo te puedes servir una vez, hay que hacer una ensalada altísima.
Chilaquiles con huevo │ El pan comido
Éste lugar es más reciente y encontró su lugar en mi corazón después de pasar ahí varios desayunos de cruda con amigos. Los chilaquiles son crujientes, la salsita roja espesa y rica y el huevo en su punto perfecto. Un poco de queso y crema y un jugo gigante para la dicha del domingo.
Shabu shabu │ Taro
Este local en un segundo piso de Avenida Universidad es otro recuerdo feliz de mi infancia, me llevaba mamá los domingos que quería consentirme. El lugar parece detenido en el tiempo, es el restaurante japonés que más me gusta de la ciudad. El shabu shabu es lo máximo, tomar una rebanadita de carne, cocerla en un caldo de verduras hirviendo y sopearla en salsas. Un apapacho.
Tostadas de atún │ Lampuga
Cómo olvidar las cenas de 2009/2010 en el Lampuga, tan llenas de amor recién nacido. Me gustaba la comida en general, especialmente las entradas y de las entradas especialmente las tostadas de atún fresco, que llevaban una embarradita de mayonesa picosa y cebolla frita, crujiente. Mucho vino blanco en garrafa.
Podría decirse que las tostadas eran lo de menos, pero no. Acaso lo comprendí tarde, pero la comida y el vino eran lo que más importaba.
Pizza de hongos "receta secreta" │ Leo's Pizza
Duro y dale con Coyoacán, pero uno no puede negar la cruz de su parroquia. Habrá mejores pizzas en el DF, estoy segura, pero a mí ninguna me hace tan feliz como la de esta cabaña escondida, su techo adornado de botellas vacías de Chianti.
En un post próximo: los postres.
[Creo que ya pasó de moda hacerlo (ni que estuviéramos en 2008), pero sería padrísimo que si alguien pasa por aquí y piensa en su propia lista me contara un poco de ella.]