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Contigo conocí el aroma del
aceite de trufa. Ese año se puso de moda (¿o será solamente que yo empecé a
notarlo?) cocinar con él, especialmente lo usaban los restaurantes con aires de
grandeza para aderezar las papas fritas y las hamburguesas. Lo probamos primero
en el DF y luego en Nueva York, como si ese olor a bosque espeso nos siguiera los pasos marcando algo que tenía que ver con nosotros.
Desde que nos separamos no he querido volver a probarlo. No hay que
volver a los lugares en donde estuvo nuestra felicidad.
(Lo mismo pasó con otras cosas:
rompí la taza que tenía dibujada una A gigantesca, regalé los discos, olvidé
el camino a tu casa. Guardé las fotos porque ésas existen en un tiempo
diferente a éste, ajeno a las persona que soy hoy. No tengo
derecho a romper eso.)
Es chistosa (con eso quiero
decir curiosamente trágica) la manera en que las personas se separan. Si
conociéramos el punto donde va a romperse algo podríamos prepararnos, imaginar
algún mecanismo de seguridad que nos permita reconocer el tejido enfermo,
recortar los bordes. Conservar. Pero es imposible: más bien un día amanece y
hay algo ríspido en la luz de la habitación, un cansancio de siglos que no nos deja levantarnos. Las
despedidas ocurren sin que nos demos cuenta.
ii
Escribió Porchia que lo que
dicen las palabras no dura, lo que dura son las palabras. Las palabras son
siempre las mismas: cuerpo, canción, bienvenida, dolor, espejo. Lo que dicen,
sin embargo, cambian de una leída a otra. Ésa es su máxima virtud y su máximo
defecto.
Durante los dos años que
estuvimos juntos leímos muchísimo, compartimos vino, poesía
(propia y ajena, con y sin plagio), la cama. Pensamos un futuro con familia,
perros y viajes, sanamos heridas del pasado. Abrimos nuevas. Nos escribimos
kilómetros de cartas, tarjetas, emails, recaditos enservilletados; desde India,
Brasil, África, California. Pero ayer subiste a Internet un poemario con un poema que me escribiste en el que
mi nombre está borrado. No es que no haya estado: es que lo borraste. ¿Qué
diferencia hay entre pedirme que te regrese los regalos que me diste y quitarle
mi nombre a mi poema?
Lo que dicen las palabras no
dura, duran las palabras.