tú, como todos, eres lo que ocultas
-j.e. pacheco
la pesadez no me deja descansar. la siento en el estómago y en los muslos, como si estuviera sentada en uno desos silloncitos rojos de la sala -piernas y brazos extendidos- y hubiera una marioneta mecánica encima de mí, asfixiándome, balbuceando en su lenguaje de metal algo parecido a los poemas que no me pertencen. pero la marioneta es generosa: me da algunos segundos de alivio mientras gira enloquecidamente por el departamento y me mira con unos ojos en los que no me atrevo a asomarme.
antes lloraba. ahora me ha dado por vomitar en las madrugadas. vomitar el coraje y la duda y el amor que todo lo nubla. vomitar el impulso de seguirte pidiendo cosas que no puedes darme. vomitar las ganas que tenía de volver y las ganas que tengo ahora de largarme. luego amanece y la contundente verticalidad del mundo me lo recuerda: somos la materia más frágil que ha existido. pero respiras a mi lado y qusiera descansar en ti, aunque sepa que hacerlo es descansar en el vacío.
estoy harta de la pluma y del teclado. sería un alivio que otros fueran los que contaran nuestra historia.
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