Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas
y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío.
-JL BorgesA ella le gustaba la playa. Le gustaba tanto y tanta confianza tenía en sus poderes, que a veces metía su colección de cuarzos -de todos colores y tamaños- en una maleta de tela azul y los llevaba hasta la costa de Puerto Vallarta. "Vamos a limpiarlos" decía al llegar, y entonces les daba un baño mar adentro y luego los enterraba en la arena para que se cargaran bajo la luz de la luna. Marcaba el punto secreto con una piedra y los dejaba ahí durante la noche. Siempre temí no encontrarlos al día siguiente, pero ella confiaba: los cuarzos se cuidan por sí mismos.
Le gustaba recoger conchitas durante horas. Nos quitábamos las sandalias y, bolsita en mano, dedicábamos la mañana a juntar tesoros. No importaba si eran espectaculares o comunes, si estaban completas o rotas. En realidad, no importaba nada, sólo el tiempo, la música de las olas y el sol que me daba en la espalda y que siempre me dejaba roja como jitomate.
Disfrutaba despertar temprano para bajar a la playa, desayunar un gran plato de frutas y café y sentarse a leer durante varias horas frente al mar. Después, comíamos camarones al mojo de ajo, helado de coco y nos sentábamos otra vez a ver el mar, yo preguntona y ella sabia, como siempre. "¿Por qué se hacen las olas, mamá?, ¿Cómo nadan los camarones?, ¿Qué pasaría si pudiéramos hacer un hoyo en la arena, saldríamos del otro lado de la tierra después de muchos días?". Construíamos frágiles castillos, pintábamos figuras de barro en el puesto de Doña Lupe, examinábamos detenidamente las cochas que habíamos recogido, jugábamos basta, pedíamos un club sandwich para cenar.
Pero ya no me gusta la playa: no quiero caminar con nadie de la mano, ni quemarme las plantas de los pies sin escuchar su voz advirtiéndome que tenga cuidado. No me interesa juntar conchitas, constuir castillos, comer helado. Ahora la arena me molesta, el sol me molesta, el sudor me molesta. Ya no entiendo el punto de tirarse al sol: el reflejo no deja leer cómodamente, el calor me da asco. No quiero que nadie se me acerque. Por eso mejor no voy. No voy más.
4 comentarios:
A mí tampoco me gusta la playa.
qué sentido tendría ir a la playa si todo ha cambiado tanto .... ya no sería ni capaz de reconocerte el mar, q tanto tiempo te acompañó... me uno a tu postura... el mar no lo merece.... no cuando el mar te dio tanto en algún momento... un beso enorme Isabel... me hiciste llorar...
IZ, este es uno de esos textos en que tus letras me aprietan el corazón. Te abrazo desde aquí, JK
lindo... muy muy lindo... imaginé cada pedacito escrito con tu corazon... gracias iz... gracias.
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