18.8.07

mujeres de ojos grandes

Desde muy jóven la tía eloísa tuvo a bien declararse atea. No le fue fácil dar con un marido que estuviera de acuerdo con ella, pero buscando encontró un hombre de sentimientos nobles y maneras suaves, al que nadie le había amenazado la infancia con asuntos como el temor a dios.

Ambos crecieron a sus hijos sin religión, bautismo ni escapularios. Y los hijos crecieron sanos, hermosos y valientes, a pesar de no tener detrás la tranquilidad que otorga saberse protegido por la Santísima Trinidad.

Sólo una de la hijas creyó necesitar del auxilio divino y durante los años de su tardía adolescencia lo buscó en la iglesia anglicana. Cuando supo de aquel dios y de los himnos que otros le entonaban, la muchacha quiso convencer a la tía eloísa de cuán bella y necesaria podía ser aquella fe.

-Ay hija- le contestó su madre, acariciándola mientras hablaba-, si no he podido creer en la verdadera religión ¿cómo se te ocurre que voy a creer en una falsa?

-Ángeles Mastretta

1 comentario:

Roger Aleph dijo...

WOW... que buenos párrafos escogiste, por un momento pensé que eran tus letras... no sé si eso muestra mi falta de conocimiento literario o mejor aún el buen concepto intelectual que tengo respecto a ti.
Saludos.

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